domingo, 30 de agosto de 2009

TIPOS DE CLIENTES. El cliente mofeta.

Si, el cliente mofeta. Ya podéis suponer a que se debe el nombre, así que debo advertir que este nuevo post puede herir sensibilidades. El cliente mofeta es aquel cliente que si no es alérgico al agua, poco le falta. Se caracteriza por llevar más de (me atrevería a decir) 2 semanas sin visitar el cuarto de baño y por su olfato totalmente atrofiado. No es necesario que diga que la higiene personal, al menos en mi caso, es muy importante y ducharse a diario y mantener una higiene impecable (lo que conlleva lavado de dientes, mantener uñas limpias, etc) es primordial. Pero lamentablemente, y digo lamentable porque yo lo tengo que sufrir (no me quiero ni imaginar por lo que pasaran según que médicos), hay gente que este tema no lo tiene muy claro.
Por si a alguien le queda alguna duda de cómo se reconoce a un cliente mofeta, voy a pasar a detallarlo con dos ejemplos (pero que vaya, que pongo dos como podría poner 100).
Cliente mofeta número 1: Son las diez de la mañana, aparece un cliente por la puerta. Entra, saluda y ya a cierta distancia…. ¡¡zas!! el bofetón en la nariz, y ya queda patente que tenemos visita de un cliente mofeta. Lo curioso de este señor fue, y es totalmente verídico como todo lo que cuento aquí, que vino acompañado de una mosca revoloteando a su alrededor. Nunca más me ha vuelto a pasar, pero si, fue así. Una mosca a su alrededor. En un primer momento pensé que aquella mosca era una de tantas, pero no fue así. Era suya, de su propiedad y le acompañaba allá donde iba. Debía de ser una especie de mascota o algo del estilo. El caso fue que entramos a gabinete y le estuve graduando y casi tuve que graduar a la mosca también, porque por supuesto entró con él y allí que anduvo. Y cuando salimos y mientras el señor se probaba unas monturas, la mosca le acompañaba, suponía yo que para darle opinión. No hace falta decir que cuando salió por la puerta, la mosca se fue con él.
Supongo que el detalle de la mosca deja patente el nivel de olor al que tuve que hacer frente como una auténtica campeona.

Cliente mofeta número 2: señor que entra con su querida esposa (sin glándula olfativa tampoco) por la puerta. Es verano, así que imaginaos los niveles que puede llegar a alcanzar un cliente mofeta en esa época, puede ser brutal. Este fue más duro y difícil de soportar que el cliente mofeta número 1.
Ya las pintas eran un poco raras. El señor venia con una camisa medio abierta, digo medio por decir algo, porque llevaba uno de sus pechos (si, por tamaño era ya un pecho) al descubierto (y yo supongo y espero que con ese “look” no querría seducir con ello a ninguna jovencita), así en plan blandito que al caminar iba haciendo botes aquello. Esperpéntico. Pues ya me veis a mí, allí en el gabinete (gracias a dios siempre tengo la costumbre de dejar la puerta abierta, en posible previsión de este tipo de clientela) intentando graduar lo más a prisa que podía, con unas náuseas que ya eran imposibles de disimular, pensando en la excusa que tendría que poner para huir al lavabo y descargar. Fue horrible, y mientras yo pensaba eso, iba preguntando, y el señor: P, A, Z, E….
Y mientras yo sudaba (literal) por lo mal que lo estaba pasando, oía a mi compañero (si, por aquel entonces tenía compañero) y a la chica de la limpieza (si, por aquel entonces también tenía señora de la limpieza) descojonarse vivos al tiempo que escuchaba un ruidillo sospechoso (¡flic! ¡flic!) de un ambientador.
Lo despaché pronto, pero creo que aún tengo secuelas de aquello.
¡Que dura es mi vida a veces!

miércoles, 12 de agosto de 2009

TIPOS DE CLIENTES. El cliente Marrón

El cliente Marrón tiene la capacidad, y sin tratarse de ningún médium, de hacerte ver el futuro. Es aquel cliente que, en cuanto entra por la puerta, sabes que es un Marrón, que hagas lo que hagas, será un Marrón y por tanto, tendrás un bonito pollo asegurado.
Hoy mismo, sin ir más lejos:
Entra una señora por la puerta (pienso, “vaya, Marrón, a saber que quiere”)
Después de una conversación donde le explicaba a la amable señora (amable por ser cortés, porque yo ya sabia que era un marrón y que algo estaba a punto de ocurrir…) que no tenia ninguna montura para aprovechar unos cristales de una gafa que traía rota, me pide un presupuesto con el precio total de montura más cristales. Bien, le muestro varias monturas de pasta y la señora se las prueba.
Una vez ya ha visto unas cuantas que le interesan y después de escribirle el presupuesto en una hoja, la señora se marcha.
(Y pensé “¿me habré equivocado por primera vez en la vida?” Tenía toda la pinta de un marronaco increíble…)
Media hora después. Entra la señora otra vez… (Y pienso: “¡ahora! A ver con que me sorprende”)

- Oye bonita, estas gafas no son las mías
- ¿Perdón? ¿Como no van a ser las suyas?
- Si, que seguramente las habremos cambiado por alguna que me he probado.
- A ver… es imposible que haya sucedido semejante cosa. Usted lleva 8 dioptrías en su gafa, ¿Qué no ve que lleva cristales su montura? ¿Cómo se las va a cambiar por alguna otra que tenga yo en la tienda? Es del todo imposible
- Es que las mías eran más grandes y estas son más chicas, y además estaban torcidas.
- Y siguen muy torcidas, señora.
- No, no, esta no es mi gafa. La mía no era así, y además esta es azul. Esta no es la mía.

Y así un buen rato.

El cliente Marrón también tiene la capacidad de poner a prueba la paciencia de su interlocutor. Las buenas maneras se empiezan a volver de forma gradual algo más frías y de allí pasan a tajantes. Ni por activa ni por pasiva ni explicándoselo de ninguna de las maneras se logra convencer al cliente Marrón.
Finalmente la señora se ha ido cabreadísima porque esa no era su gafa.
En fin, que solo me quedan dos días para coger mis vacaciones y creo que la clienta Marrón, como Terminador en su día, volverá, si, para que me vaya bien contenta. Y volverá para montarme el pollo madre porque esa no es su gafa. ¿Hay apuestas?

miércoles, 5 de agosto de 2009

TIPOS DE CLIENTES. El cliente exhibicionista.

El cliente exhibicionista es aquél que gusta de mostrar partes de su cuerpo. Sea un señor o una señora. Por lo general, y sobretodo, suelen enseñar heridas o hematomas producidos por alguna caída y lo enseñan a modo de hacerte ver cuan doloroso fue el momento.
No es que se ponga en duda en ningún momento, pero supongo que gustan de enseñarlo para mostrar in situ las consecuencias de cualquier accidente doméstico o no tan domestico.
El caso más reciente es el que detallo a continuación:
Entra un señor, aparentemente normal, se queda delante del mostrador.
- Hola, muy buenas. Mira, te traigo unas gafas, ponme una varilla igual que esta otra que me pusieron en una óptica del pueblo porque se me rompió.
- Bien, déjeme ver. Pues no tengo varillas de este tipo. Tendría que cambiar las dos si quiere tener las dos varillas iguales.
- Ah, pues entonces ponme la varilla como la que llevaba. La que se me rompió.
- Es que como la gafa no la compró aquí, no puedo saber que modelo ni que fabricante es. De igual forma, como la montura tiene pinta de tener ya muchos años (por no decirle más años que matusalén) pues va a ser que no la voy a encontrar. Tendría que cambiar las dos.
- Ya, pero yo no quiero cambiar las dos. Ponme o una como esta o otra como la nueva.
- Ya, si, pero a ver…que como la vieja no puede ser porque no se debe fabricar ya (vamos, como que hace 20 años que se dejó de fabricar, tirando por lo corto) y como la nueva yo no se la puedo poner, porque no tengo otra igual y tampoco sé que fabricante es.
- Pero es que donde me pusieron esta nueva, me dijeron que en la óptica donde me hice las gafas me pedirían la suya, para que fuera igual.
- Si, pero a ver, aquí usted se hizo los cristales, pero la montura no la compró aquí. De igual forma, esta montura tiene muchos años ya, el fabricante no tendrá el recambio ( si existe el fabricante)
- Si, tiene muchos años ya. 30 años tiene la montura, tú ni habrías nacido. No te rías que no te engaño.
- Pues por eso mismo.
- Bueno, pues entonces que hacemos? ¿Te las dejó y me cambias una?
- Pero que no tengo. Que tendrían que ser las dos.
- Pero yo dos no quiero. Solo quiero una, para que sean iguales. Es que no me entiendes nada. Es que no me explico o que? No me entiendes (el señor ya cabreado)
- A ver, mire, se lo vuelvo a explicar (total, otra vez le explico lo mejor que puedo el temita). ¿lo entiende ahora?

- Ah, bueno, entonces no puede ser.

- No, o las dos, si yo tuviera o se quedan así.

- Vale, “cucha” que te iba a decir…. Ay, ahora se me ha “olvidao”…

- Pues no sé, usted sabrá

- Se me ha “olvidao”, bueno, es igual, pues venga, me voy.

- Muy bien, buenos días entonces

El cliente se da media vuelta y camina en dirección a la puerta, cuando de repente y sin previo aviso se gira de golpe.

- ¡Que ya me acuerdo!! Que se me olvidaba enseñarte algo.

Acto seguido y ante mi enorme cara de sorpresa, el señor se levanta la camisa y deja al descubierto su barriga con varias cicatrices. Mi impulso, en ese momento, fue de taparme el rostro cual vampiro reaccionando a la luz del sol. Pero contra todo pronostico logro sobreponerme evitando fijar la mirada en la barriga-criptonita de ese buen hombre.

- Esta de aquí (señalándome una de las cicatrices) que es la más grande…
- No hace falta que me las enseñe, de verdad…
- Si para que la veas,
- Que ya me hago a la idea…
- Pues esta (señalándola otra vez) es de la operación del cono.
- ¿Del cono?
- Si, del cono. ¿Tú no sabes que es el cono?
- Pues ahora mismo…. ¡Ah! ¡¡¡El Colon!!!
- Si, eso, pues de eso es. Sabía yo que te tenía que enseñar algo. Bueno, pues anda, ya te dejo. Venga, adiós.
- Ale, adiós. (si, si, adiós muy buenas)


La duda es la siguiente: ¿a que venia? ¿realmente quería unas varillas o su misión era enseñarme la barriga?
A veces es mejor que no haya respuesta...

viernes, 31 de julio de 2009

TENÍA QUE PASAR

Si, tarde o temprano tenía que ocurrir, solo era cuestión de tiempo. Era algo inevitable.
Hoy, me han llamado muñeca.

DE CUANDO NO ENTENDÍ NADA

Entra una señora, su intención es hacerse unas gafas, pero sobretodo una revisión. A priori, parece una persona normal. Ningún problema. Me dice que ahora las gafas de cerca se las pone de lejos, porque esta mejor con ellas. (Hasta aquí se puede entender, porque a veces la graduación sube).
Entro con ella al gabinete, hacemos la revisión.
- Perdona, te ha subido un poquito la graduación, pero solo de cerca. De lejos apenas necesitas un +0.25. ¿Cómo es que te pones las tuyas de cerca para ver de lejos? Eso te perjudica.
- Ya, si, bueno, es que me encuentro bien con ellas.
- Pero si no ves bien, la visión de lejos con esas gafas es muy borrosa.
- Si, si veo muy mal con ellas, pero yo me encuentro mejor así. Es que sin gafas voy muy insegura.
- (¿?) Pero…¿no irás más insegura si ves mal? Es mejor que no te las pongas.
- No, no, voy más segura con ellas.
- Pero es que ves muy mal con ellas, estás viendo muy borroso.
- Si, si ya lo se que veo muy mal, pero fatal, pero mira, prefiero eso que no llevar gafas.
- (¿?) Te recomiendo que te hagas unas gafas con lo que necesitas de lejos y que te olvides de ponerte estas.
- Si, lo haré cuando pueda. Ahora me hago las de cerca y estas me las dejo de lejos.

Y pensé, esto es una batalla perdida. Dejémoslo así.

JOYERIA = ÓPTICA

Es por la tarde. No hay ni dios ni el gato. Consecuencias del calor y el verano. Entra una chica, seguida inmediatamente de una señora. Parece que van juntas, pero no. La chica me saluda y amablemente me pregunta por el uso de unas lentes de contacto. Le miro sus gafas, hablamos de lentes de contacto de graduaciones y de gafas (a todo esto hay que decir que la señora estaba pendiente de la conversación y hasta se metía de por medio en alguna ocasión). La muchacha se va. Hasta aquí todo bien. Entra en acción la señora.
-Mira guapa, te traigo faena. A ver si me lo puedes arreglar.
-Bien, déjeme ver. (Ilusa de mí, que creía que la buena señora me traía unas gafas destrozadas para arreglar).
Ante mi asombro me pone sobre el mostrador, dos relojes. La miro y digo:
-Para esto, tendrá que ir usted a la joyería.
-¿Cómo? – y me mira extrañada.
-Si, estas cosas las hacen en la joyería, esto es una óptica.
Me vuelve a mirar, esta vez, extrañadísima y entonces se gira y mira a su alrededor.
-¡Ay, ay! Como estoy, como estoy….

LLAMAMIENTO BIS

Tras el impacto inicial, y después de dos días, soy capaz de escribir sobre el invento de mi jefe capaz de trastocar mi vida.
En toda óptica, como en todo establecimiento, hay una puerta. La que yo tengo queda cerrada y solo se abre desde dentro por medio de un interruptor. Esta situación se da desde hace tres años, pero un buen día, mi buen jefe decide que habría que poner un timbre.
Hasta aquí todo bien. Cuando decía, “aquí habría que poner un timbre”, pues yo pensaba en colocar un interruptor, con pulsador (rollo energía eléctrica), para que la gente llamara (básicamente porque a veces si estoy dentro o en el taller no veo si hay alguien en la puerta). Vamos un interruptor de los de toda la vida.
Cual fue mi sorpresa y mi estupor, cuando al llegar por la mañana me encuentro (y no me lo acabo de inventar) una campana elgorriaga, si, si, habéis leído bien, una campana elgorriaga, arriba justo encima de la puerta. Al badajo, hay anudada una cuerda, si, habéis leído bien, hay anudada una cuerda, que pasa al otro lado de la puerta gracias a un taladro (entre la puerta de cristal y el techo habrán unos 15 centímetros de madera para salvar ese trozo). Pero lo peor no es eso, lo peor es el tirador, atado también, con un bonito nudo a la cuerda. En fin, que el efecto es como tirar de la cadena del wc de unos lavabos de carretera de los años 70.
No hace falta que diga que la gente alucina. Y yo, yo también, porque lo tengo ocho horas al día delante de mi, y aún no me lo puedo creer, me parece imposible.
En fin, sálvese quien pueda.

miércoles, 29 de julio de 2009

LLAMAMIENTO

A todos los jefes: (en especial a aquellos jefes fans del profesor Franz de Copenhague de los Grandes Inventos del TEBEO)

Por favor, no penséis, pero sobretodo, no actuéis.

(Es una campaña en pro de la salud mental del trabajador).

martes, 28 de julio de 2009

CONVERSACIÓN DE BESUGOS I

Abro la puerta con el interruptor que tengo en el mostrador, el cliente entra.
- Hola (digo yo)

El señor se acerca como acechando a su presa sin respuesta a mi saludo. Se apoya en el mostrador y espero paciente durante unos segundos a que se decida a pronunciarse. Finalmente lo hace:
- Hola, es que hace tiempo que tendría que haber venido. Estoy muy mal ya.
- Así que quiere hacerse una revisión. (propongo)
- No, dime como tenemos que hacer esto.
- (¿?) Perdone, ¿Cómo?
- Si, que como se paga, las gafas para ver. Es que no veo nada de cerca, mira (acto seguido se acerca a un póster que tengo encima del mostrador) ¿ves? No veo nada.
- Vale, habría que graduarle. Pero bueno, que si encarga unas gafas, lo que se suele hacer es dejar una cantidad a cuenta y acabar de pagarlas cuando venga a buscarlas.
- No
- ¿No?
- No
- (¿?, igual es que quiere pagarlas a plazos) Otra opción es si usted tiene tarjeta de crédito, de crédito eh?, no de débito. (el cliente asiente) Pues si tiene tarjeta de crédito, pásese por su oficina y consulte si le pueden fraccionar el pago. (se me queda mirando raro) si se lo pueden pasar a plazos y pagar un tanto cada mes (le aclaro, y asiente).
- Ah, vale, entonces preguntaré. Voy con la cartilla, ¿no?
- No, con tarjeta de crédito
- Bueno, pero si tengo cartilla es lo mismo. Porque tarjeta no tengo.
- No, porque el banco no le fraccionará nada, para hacer eso se necesita una tarjeta de crédito, allí se lo dirán.
- Pero esto es como el seguro del coche, ¿no? Que doy mi número de cuenta y ya está.
- Ya, si, pero es que aquí funcionamos por medio de tarjeta de crédito.
- Pero si te doy mi número de cartilla es lo mismo.
- (y dale) No, no es lo mismo. A mi no me sirve de nada que me de el número de cuenta porque nosotros no trabajamos así.
- Pero es igual que con el seguro, será lo mismo. Tendré que ir a mi oficina con la cartilla.
- No, a ver, creo que lo que usted quiere decir es hacer una financiación pero nosotros no lo hacemos.
- Entonces para pagar aquí se necesita una tarjeta de crédito.
- No, no, solo si le interesa pagar a plazos.
- ¿Y si no tengo tarjeta?
- Entonces en efectivo.
- Pero de golpe.
- A ver, si quiere pagar a plazos aquí de la única manera es con tarjeta de crédito y consultando con su oficina.
- Ah, bueno igual tiene una tarjeta mi mujer, le preguntaré.
- Si, haga usted eso… (¡¡que lucha!!)

TAMBIÉN SOMOS VIDENTES

- Hola (saluda mi nueva clienta)
- Hola, dime, ¿en que puedo ayudarte?
- Pues mira, a ver si me puedes hacer una revisión.
- Ah, vale. ¿Tenemos tu ficha aquí?
- No
- ¿No has venido nunca? (pregunto porque a veces juran y juran que no tienen ficha y luego son clientes de hace años)
- No, nunca, es la primera vez que vengo.
- ¿Llevas gafas?
- ¡Uy! Hace mucho tiempo.
- Muy bien. ¿Qué es lo que te ocurre?

La clienta me mira, pone las palmas de las manos hacía arriba y mueve la cabeza a modo de no comprender.

- Pues… ¿lo de siempre? (con tonillo y cara repelente. Así que en ese momento respiro hondo, miró por una décima de segundo al infinito y… sonrío amablemente).
- Muy bien, pero… ¿Qué es lo de siempre? ¿¿No ves bien de lejos, de cerca, ves bien pero sufres dolores de cabeza…?? No sé, ¿que es lo que te pasa siempre?

La cara repelente pasa a carilla y me explica lo mejor que puede que es lo que le pasa. Pero que bueno, que como no es la primera que me lo dicen, igual me compro una bola de cristal aprovechando que cerca de casa tengo una tienda esotérica.

sábado, 18 de julio de 2009

LA GENTE ES ALUCINANTE II


Entra una pareja a la óptica y me piden que les deje probar una montura que han visto en el escaparate (la montura es un modelo de caballero, de señor o de tío, como querais llamarlo)

- Aquí tiene (dirigiéndome al señor)
- ¡¡Ehh!! Mira, ¡¡las gafas!! (el señor dirigiéndose a la chica que le acompañaba)
- ¿Para quién serian las gafas? Para usted? (en un intento amable de ayudar y poder así mostrarle algunos modelos más)
- ¿Cómo van a ser para mí? Son para ella, ¿no ves que yo llevo gafas?
- Ah… ( a lo mejor era por eso mismo que se lo preguntaba...)

domingo, 12 de julio de 2009

TUTORIAL DE MANTENIMIENTO

He creído oportuno, y sin que sirva de precedente, elaborar un pequeño tutorial para adiestrar a una parte de la población sobre el grave y complicado problema de limpiar las gafas.
Es difícil, si, es duro, también, pero con algo de voluntad y unas sencillas instrucciones cualquiera puede conseguirlo.
Primero se ha de tener claro que el limpiar las gafas o solo su intento, no resta dioptrías a los cristales, ¡¡es una Leyenda Urbana!!! No, no y no pierden graduación, lo que hace que al cabo de un año de tenerlas y veamos entelado es justamente lo contrario, la no limpieza. Tampoco se estropean y ni se oxidan.
Una vez asumido esto, el resto es pan comido.
Es importante quitarnos las gafas de la cara (el que nos duchemos con ellas, no supone una limpieza adecuada, solo se mojan) y las pongamos debajo del grifo (previamente lo habremos abierto). Una vez conseguido este paso, nos agenciaremos jabón, neutro, fairy, lo que sea, lo importante es que sea jabón (y por tanto, un tensioactivo que elimina la grasa) y pasaremos a limpiar los cristales de las gafas y ya que estamos, toda la montura en sí. Una vez aclarado, es decir, que ya no quede rastro del jabón, cerramos el grifo.
Esta segunda parte es la más crítica de todo el proceso, se ha de evitar, en la medida de lo posible, papel, pañuelos de papel, papel higienico, etc por no ser deseable. A ser posible, secar con un trapo de algodón, o algún paño que se caracterice por su suavidad.
En las monturas al aire, entraña un cierto peligro, porque si el secado es muy brusco, podemos partirlas. Si tenemos fe, el sentido común nos guiará sobre la forma más delicada de llevar a cabo este proceso sin sufrir la baja de las gafas.
Tengo que hacer hincapié en que después de años de recomendar este tipo de limpieza, he encontrado que hay gente que adelantándose a su tiempo e innovando, y hay que decir que de forma muy original, se han comprado un secador de pelo, para después del lavado y aclarado, secar las gafas sin necesidad de trapo o paño de ningún tipo.
Como se puede apreciar, con estas sencillas instrucciones, podemos conseguir mantener una buena visión. Lo único que hace falta es paciencia y algo de práctica, y puedo asegurar que se consigue, vaya si se consigue.
Como colofón final, advertir que esas pequeñas piezas que se apoyan en la nariz y que llevan las monturas metálicas (plaquetas, y en la jerga de mi barrio topitos, piececitas y botoncitos además de un largo etc.), pueden ser sustituidas por otras nuevas. Solo hay que acercarse a una óptica y preguntar. No es necesario ni deseable, llevar las mismas durante toda la vida, y especialmente si el color original ha cambiado a verde o negro.
Agradeceré enormemente que se pongan en práctica estas líneas, me evitará el uso de guantes para manipular alguna que otra montura.
Mil gracias de antemano.

sábado, 6 de junio de 2009

LA GENTE ES ALUCINANTE I

El título lo dice todo, la gente, si, la gente, es alucinante. Por diferentes motivos, pero alucinante al fin y al cabo. Hoy cuelgo dos ejemplos, de los miles que podría poner. Pero tengo para parar un tren, así que ya iré poniendo.

Comenzaré por la anécdota más reciente que aún me tiene emocionalmente impactada. Se trata de una pareja, matrimonio, que entra a informarse sobre el precio de unas gafas progresivas. Hasta aquí, todo bien. El tema viene cuando hablando con ellos, me asalta una duda: “¿llevan el mismo modelo de gafas los dos?”. Me fijo en la señora y observo las gafas que lleva puestas, miró al señor y observo las gafas que lleva puestas. De nuevo, me pregunto: “¿son similares? O ¿son iguales?”. Repito la misma operación, primero observo a la señora, luego al señor (todo esto mientras hablo con ellos, por supuesto). Y si, llevan el mismo modelo de gafas, de igual color incluso. Y no me lo puedo creer. Conocía el gusto de muchas parejas de vestirse de formas similares, de llevar el mismo modelo de chándal los domingos por la mañana, pero lo de las gafas…. ¿que puedo decir? Aún estoy perpleja.

Y también muy reciente el siguiente suceso, y digo suceso, porque es hasta inquietante la poca educación de alguna gente. Podría, incluso, salir en algún programa de estos de renombre donde las únicas noticias son sucesos.
El caso es, que ya es la hora de cerrar, salgo de la óptica (y hasta aquí ningún problema) pero, Oh!! Hay una pareja jugando a básquet con las gafas de fuera. (Si, esas gafas que hay fuera del local, como una cruz que indica que hay una farmacia, pues lo mismo pasa con las ópticas, la mayoría tienen unas gafillas.) Y allí, nada, tan panchos, intentando colar la pelota por los agujeros de las gafas. Y yo mirando, atónita, parpadeando como una muñeca manga, pero a su ritmo, vamos, como si fuera lo más normal del mundo. Lo de respetar el mobiliario urbano y esas cosas, como que hay peña que no lo tiene muy asumido. Ahora, eso sí, si lo rompen, diles tu que lo paguen…. en fin…lo mismo de antes ¿Qué más se puede decir?

La anécdota de la semana en forma de pequeño test.

¿Qué probabilidades hay de que en una óptica de ciudad (y no de ningún pueblecito rural) entre una lagartija?
a) Ninguna, ¿lagartijas en una ciudad? Y entrando a comprar a una óptica? Del todo imposible.
b) Muchas si a la responsable regente le dan un ascazo importante toda clase de bichos.
c) Todas, si a la responsable regente le asquean tanto los bichos, que en posible previsión de que aparezcan los más comunes (cucarachas y sobre todo en verano) se ha dedicado a poner trampas y comprar todo tipo de productos para defenderse en caso de algún ataque por parte de esa especie.
¿Qué probabilidades hay de que la lagartija en cuestión acabe estampada en la cara de algún despistado transeúnte?
a) Ninguna, las lagartijas no vuelan.
b) Muchas si la lagartija posee alas y en su huída topa con alguien
c) Todas si para sacarla de la óptica se le pega un importante escobazo y sale disparada a 200Km/h digno de un saque de Roger Federer.
d) Afortunadamente no pasaba ningún despistado transeúnte en ese momento.

La respuesta a la primera pregunta seria la c y la respuesta a la segunda pregunta seria la d, que aunque la velocidad alcanzada si fue de 200km/h, la lagartija voladora no se cruzó con nadie en su camino, perdón en su vuelo.

jueves, 28 de mayo de 2009

DÍA A DÍA EN LA ÓPTICA

Siguiendo con la tónica del post anterior y para que el lector se haga una idea de mis “competencias” en mí puesto de trabajo, paso a elaborar de nuevo, otra lista ilustrativa:

1 Óptico- optometrista: aún se puede decir que realizo tareas como tal, aunque el gabinete deje un poco que desear y las visitas se limiten a refracciones y alguna que otra adaptación de lentes de contacto.

2 Dependienta: debería de ponerla en el puesto número 1, porque aunque mi trabajo desempeñado como óptico-optometrista se supone que es el de mayor importancia, al fin y al cabo es el que menos realizo. Esto consiste en despachar líquidos, poner tornillos, vender gafas de sol, hacer inventario, etc.

3 Asesora de imagen: pues eso, que yo me empeño en aconsejar sobre que tipo de montura le iría bien al cliente en función de la graduación y el tipo de lente, pero eso es lo que menos le importa a nadie. Y te dicen: “aconséjame tú, que eres la que sabe”. Pues si soy la que sabe, y te digo que esas no, y el no, es NO, da igual que te queden de muerte las gafas. Deja de probártelas, por Dios, que por más que te las pruebes no vas a conseguir que te diga: “pues si, para tu cristal, es de lo mejor”.
O los que te dicen: “me llevo la montura que tú me digas”. Si claro, para que luego el amiguito o la amiguita de turno, les diga que les queda como el cul… ni hablar. Que hasta el momento soy yo la experta, pero cuando el amiguito/a les dice que les queda mal, dejo inmediatamente de serlo. Que cosas, ¿verdad?

Me pasó una cosa muy curiosa con una persona. No solo me pedía, sino que me exigía, que le asesora y bien sobre que color elegir para comprar unas lentes de contacto de color. Y yo pensé en ese momento; si los cuatro dientes que tienes están negros, el pelo tiene roña acumulada de 5 meses por lo menos y las gafas que llevas están más que destartaladas, creo que lo último que va a mirar nadie, va a ser el color de los ojos. Pero me limito a sonreír y decir: “pues depende un poco del gusto de cada uno, pero en tu caso creo que te irían bien las verdes”. Y santas pascuas, ¡¡que sabré yo si le queda bien el verde o el azul!!

4 Escaparatista: Si, escaparatista. Yo soy quien tiene que montar el escaparate, que dicho sea de paso, es un coñazo. Lo mejor es cuando hay que cambiarlo pero solo dispones de las mismas cosas una y otra vez. Y sigo empeñada en acudir siempre al almacén, donde los expositores y displays tienen más de 40 años, como si fuera a encontrar algo nuevo. Un día tendré que probar a hacer un escaparate genuinamente retro. Igual triunfa.

5 Señora de la limpieza: pues si, también soy yo la señora de la limpieza. ¿Qué pasa?
A parte de que es otro coñazo, la imagen al público es de lo mejor. Queda muy profesional que quien se supone que está adaptando lentes y graduando (personal sanitario al fin y al cabo) aparezca en la óptica con la escobilla del water en la mano.
¿Qué más se puede decir?

6 Psicóloga: Si, queridos míos, soy el paño de lágrimas de muchos clientes que necesitan desfogarse. Tengo la teoría de que es la bata blanca. Yo no pregunto, y tampoco pongo cara de ningún tipo de interés, pero me lo cuentan. Normalmente son desgracias y trances un tanto desagradables, que aunque me sepa mal, porque pobre gente, yo es que sintiéndolo mucho, no he pedido saberlo y además tengo más trabajo (como por ejemplo, limpiar el water).

7 Tertuliana: creo que estoy alcanzando cierto nivel de experiencia en este campo y ya pronto pido trabajo en alguna radio local para tal fin. Entran a preguntar cualquier cosa y se quedan a debatir cualquier aspecto relacionado con el gobierno actual, la crisis económica, noticias recientes, etc.
Una vez, entraron una pareja que no querían nada. Pidieron sentarse y ahí estuvimos hablando un rato. Y además diciéndome: “no te importa ¿verdad? Como vemos que no tienes faena”. Pero se referían a que no había ningún otro cliente más, porque las estanterías tenían como 2 dedos de polvo.

8 Mantenimiento de luces y halógenos: esto solo en ocasiones pero también me toca.


Y todo por el mismo sueldo, sin extras de ningún tipo. Si es que no hay nada mejor que ser polivalente. Y digo polivalente para subirme la moral, porque esto, en mi pueblo, se le llama chica para todo.

martes, 26 de mayo de 2009

MI PEQUEÑO RESUMEN

Quiero empezar este blog haciendo un pequeño resumen de mis torturas y sufrimientos.

1 Horario laboral: comercial. Creo que no necesita más descripción, pero si por aquí asoma algún despistado/a decirle que es lo peor de lo peor. El mío concretamente es de 9:30h a 13:30 y de 17:00h a 20:30h de lunes a viernes y sábados quincenales.

2 Tiempo libre disponible: ninguno. Si, perdón, los domingos.
Puedo decir, y digo, y además sin ningún tipo de rubor, que es imposible hacer nada fuera del horario indicado en el punto número 1. He buscado todo tipo de cursos para hacer, hasta de los más absurdos, y ninguno se oferta en horarios compatibles con el mío. El caso más reciente y frustrante; mi asignatura pendiente de aprender inglés. Ya he desistido, después de no encontrar academia, busqué profesores particulares sin mucho éxito. Abandoné cansada. Desde aquí un saludo a quienes me intentaron ayudar.

3 Reconocimiento profesional: ninguno. Perdón, sí que hay reconocimiento profesional, pero en negativo. Si algún óptico lee esto sabrá de qué va la cosa. Tres años de estudios superiores en la universidad por lo visto no son suficientes para el “amable” público. Los términos, “niña, niña” y “chiquita, chiquita” son bastante comunes para dirigirse a mí. La frase: “tú a mi no me vas a explicar nada sobre gafas y lentillas que hace mucho tiempo que las llevo y sé de qué va la cosa” es lapidaria. Es muy común que la gente sepa más que yo. Por otro lado hay que tener en cuenta que la gente confía más en la experiencia que en la formación. Pero no tengo muy claro que en este caso sea un punto a favor.
En fin, sobre este punto número 3 se podría hablar y hablar. Hay miles de anécdotas y comentarios que lo ilustran, pero lo dejaremos para más adelante. Como nunca faltan, ya iré poniendo los más recientes.

4 Realización personal: pondría cero, pero eso sería aceptar que existe algún tipo de realización personal. Se podría omitir este punto. Pero de momento no lo voy a hacer, mientras hay vida, hay esperanza dicen.

A medida que vaya escribiendo en el blog, todos los puntos, y los que vayan surgiendo, quedarán mucho más claros. Por supuesto, hablo siempre desde mi experiencia personal y por tanto, mis opiniones no son extrapolables.

He dicho.